domingo, 1 de noviembre de 2009

Alberto Cualquiera. No cabeceaba. Pero no lo necesitaba. La metía hasta en el arco propio. Había que pedir por favor que lo saquen. Se daba un saque y volvía a entrar solo, ni te dabas cuenta. Era una promesa y terminó en Cargill. Aunque sirviendo café, podía adivinarlo todo en materia de rentabilidades oleaginosas. Esa imperturbabilidad – un caradura – para el cambio de rubro rumbo al nuevo siglo lo llevó a multiplicarse. Travestido hace gala de yugarla con la Notebook y el vasito de whisky ostensibilista, ornamental. Deja escuela y por eso hoy el PBI de nuestra región es la envidia de las criadas. Se agita antes de usarte. Guarda.

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