martes, 13 de octubre de 2009

- El problema no es que me entiendan o que no me entiendan, ni uno ni otro; eso podía ser antes. Es conmigo el asunto: entenderme yo o no. Sin dudas.

El cuerpo helado, y ¿dónde?: ay: una serpentina con clarividencia axial sin un ápice de destino sebáceo.
- Se va.
Vuelve (acto continuo).
Dice que la mano no le responde a los pensamientos. Está en otra y nada le importa la contingencia de una única subjetividad, por más que los una un también único – o ¿úñico?- cerebro y una idem única musculatura. Otros son los pormenores de esa mano: dice que nada le interesa que no sea literat. O: toqueteos. “A mí me gustaría hablar de ese culito blando y pequeño – extraordinario también por entrañable, perdido en él hace seis años, hay algo (o todo) de mío - que manoseé el jueves último, creo recordar”. Tenía un sueño supino y encima su dueña ya es un sueño en sí misma (yegua, pesadilla), por lo que me olvidé de casi todo lo que pasó en el motel de calle Entre Ríos 481, uno de nuestros excepcionales niditos de amor, si es que no existe – dice.

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